¿POR QUÉ LA MEDITACIÓN?
Si nuestra mente estuviera libre de deseos, apegos y pasiones, la meditación sería nuestro estado natural.
Es decir, nuestra mente descansaría natural y espontáneamente en su fuente Atman (Conciencia) y experimentaríamos espontáneamente la paz y la dicha de nuestra naturaleza espiritual y nuestras acciones estarían en armonía con la vida y con todos los seres.
Pero debido a los deseos y al apego a los placeres y experiencias sensoriales, la mente se vuelve extrovertida, identificada y apegada a los objetos sensoriales.
Así, debido a esta extraversión, por un lado la mente no experimenta la dicha y la paz espirituales y, por otro, desarrolla las cualidades egoicas (ira, odio, orgullo, miedo, celos, envidia, engreimiento, impaciencia, resentimiento, cariño, etc.) que causan dolor y sufrimiento.
Es imposible experimentar la paz, la libertad y la dicha, cuando nuestra mente está agitada, distraída y moviéndose constantemente hacia el exterior, salvo algunos raros momentos en que nuestra mente se calma por sí misma debido a ciertas circunstancias. En el sueño profundo nuestra mente también descansa pacíficamente en la Conciencia pura, sin embargo, en el sueño profundo no somos conscientes, por lo que no podemos ser conscientes de la dicha de nuestra verdadera naturaleza.
Así que los sabios, a través de su experiencia, nos han dado varias maneras de retirar la mente de los sentidos y sus objetos y dirigirla al centro de nuestra existencia donde la luz pacífica y dichosa de la Conciencia brilla continuamente sin ser afectada por la programación mental y emocional.
La meditación es, por tanto, el esfuerzo consciente (que acaba siendo sin esfuerzo) de apartar la mente de los objetos, acallarla de las emociones y los pensamientos, y mantenerla enfocada en su centro o fuente, la paz silenciosa de la Conciencia. Al permanecer centrados en el silencio interior nos sumergimos cada vez más en el silencio hasta que nos hacemos uno con él...