164
La identificación con este cuerpo físico es la raíz de la miseria y la
atadura al ciclo
de nacimientos y muertes para aquella gente que está apegada a lo irreal;
así pues, ten
mucho cuidado y destruye esa ilusión. Una vez que se disipa esta
identificación que es
causada por la mente, ya no tenemos que volvernos a reencarnar.
165
Esta envoltura material que se sustenta mediante la comida parece que tiene
vida
propia, pero esto es sólo debido a que está interpenetrada por la envoltura
Prana (fuerza vital) y está gobernada por los cinco centros del cerebro
(Indriyas) que controlan las
actividades del habla, las manos, las piernas, los órganos de reproducción
y excreción.
166
Tampoco esa envoltura de Prana es el Atman, porque es tan sólo una
modificación
de Vayu47 que como el aire entra y sale del cuerpo. No puede ser el Atman
porque no
puede diferenciar entre lo bueno y lo malo, ni para él ni para los demás;
carece de voluntad
y depende continuamente del Ser.
167
La envoltura mental la componen los órganos del conocimiento (los cinco
centros
cerebrales que controlan los cinco sentidos) y la mente. Es en esta
envoltura donde se
registran los conceptos tales como: “Yo”, “Tú”, “Mío”, “Tuyo”, etcétera.
Esta envoltura
es poderosa y tiene la facultad de atribuirle nombres a todo. Se manifiesta
como un poder
que penetra la envoltura anterior, la envoltura vital.
168
Esta envoltura mental es como un fuego de sacrificio que es alimentado por
los diversos
y numerosísimos deseos originados por los cinco órganos de los sentidos que
sirven como los sacerdotes de la ceremonia. La llama del fuego es avivada
por los objetos
de los sentidos que son como una continua ofrenda de oblaciones. Y el
resultado
de este sacrificio es el universo fenoménico (como una proyección de la
mente).
169
La ignorancia (Avidya) no existe más que en la mente, porque la ignorancia
no es
más que la mente misma, que origina el apego y somete al Atman al ciclo de
la transmigración.
Cuando la mente desaparece, desaparece la ignorancia; y cuando la mente se
manifiesta, se manifiesta su propia naturaleza, que es la ignorancia y la
confusión.
170
En los sueños no hay ningún contacto real con el mundo exterior. Es la
mente la que
crea el mundo entre el sujeto y los objetos y la relación entre ellos. Y es
esto mismo lo
que sucede cuando estamos despiertos, no hay ninguna diferencia. Por eso,
todo este
universo fenoménico no es más que una proyección de la mente; nos parece
real porque
tenemos fe en él.
171
La experiencia universal nos enseña que en el estado de sueño profundo,
cuando la
mente queda reducida a su estado causal48, para ese individuo que está
dormido, nada
existe. De lo cual podemos deducir que esa existencia relativa en la que el
hombre vive,
no es más que la creación de su propia mente y carece de realidad objetiva.
172
De la misma forma que el viento trae las nubes y se las lleva también, es
la mente la
que causa la atadura del hombre, y será también la causa de su liberación
cuando se vaya.
173
Primero la mente crea en el hombre el apego por su propio cuerpo y por los
demás
objetos de los sentidos, lo cual le deja atado como una soga ata a un
animal. Pero es esa
misma mente la que más tarde crea en el individuo un fuerte sentimiento de
desagrado
por esos mismos objetos sensuales, poniendo en evidencia su volubilidad, su
inconstancia
y su falta de objetividad. El sufrimiento que provoca en el individuo, este
constante
desdoblamiento provocado por la dualidad mental, impulsa al individuo a
buscar una
realidad superior al comprobar que la mente no es digna de confianza.
174
Así pues la mente es la única causa de la atadura del hombre al igual que
de su liberación:
cuando está bajo la influencia de los efectos de rajas conduce al hombre a
la
atadura, pero si se purifica de los efectos de rajas y tamas, sattva
conduce a la mente
hacia su disolución total en Brahman, y de esta forma el hombre obtiene la
liberación.
175
Perseverando en el recto discernimiento (viveka) que le permite al hombre
renunciar
a las ilusiones creadas por su propia mente, obtiene inspiración suficiente
para que dentro
de él surja un profundo anhelo por alcanzar la liberación. Así pues, un verdadero
buscador de la liberación debe antes que nada fortalecer estos dos aspectos:
discernimiento y renuncia.
176
En la selva de los placeres sensuales mora un terrible tigre llamado mente:
que los
hombres buenos que anhelan profundamente alcanzar la liberación jamás vayan
allí.
177
La mente tiene una tremenda capacidad para producir continuamente todo tipo
de
deseos por los objetos de los sentidos, tanto densos como sutiles. Para el
que ansía tener
experiencias, la mente genera los distintos cuerpos, castas, modos de vida,
lugares, y
también todo tipo de actividades, cualidades, medios y resultados.
178
Confundiendo así al Jiva, que no obstante permanece separado, puro e
inteligente.
Pero la mente le crea ataduras con este cuerpo físico, los órganos y los
Pranas. Una vez
que está confundido le hace vagar creándole una ilusoria identidad basada
en las ideas
del “Yo” y “lo Mío”, y lo somete a las diversas experiencias de placeres y
sufrimientos
que le sobrevienen como resultado de las acciones que ejecuta en ese estado
de ignorancia.
179
La causa de la transmigración del hombre es el Karma que ha acumulado
debido al
mal de la sobreimposición51 generada por la mente y únicamente por ella. La
atadura a
su propia mente es la causa de las miserias que experimenta el hombre
carente de discernimiento
que se encuentra bajo las influencias de rajas y tamas, permaneciendo sometido
al ciclo de nacimientos y muertes.
180
Es por eso que los sabios que han profundizado en este secreto han
declarado que la
mente es Avidya (ignorancia). Es ella la que causa el caos en el universo
llevando al
hombre de acá para allá igual que el viento empuja las masas de nubes.
181
Así pues, el verdadero buscador de la liberación debe purificar su mente
cuidadosamente,
y una vez que quede purificada la liberación está tan al alcance como una
fruta en la palma de su mano.