viernes, 1 de abril de 2016

El hombre 'normal' no se conoce a sí mismo ~ Gurdjieff

George Gurdjieff
El hombre 'normal' no se conoce a sí mismo

"El despertar solamente es posible para quienes lo buscan y lo desean, para quienes están dispuestos a luchar consigo mismos, y a trabajar sobre sí mismos durante mucho tiempo, y muy persistentemente, a fin de conseguir ese despertar.”

Para Gurdjieff, el hombre normal, esto es, la enorme mayoría de la humanidad, vive dormido en un estado maquinario, y lo peor de todo es que se identifica completamente con tal máquina. Este hombre-máquina no se conoce a sí mismo (aunque afirme con seguridad que es así) porque es incapaz de reconocer que su supuesta identidad es en realidad una falsedad, un artificio que le controla a él. 

Sobre esto, Gurdjieff dijo concretamente: “El hombre nace, vive, muere, construye casas, escribe libros, no como él quiere hacerlo, sino como buenamente sucede. Todo sucede. El hombre no ama, no odia, no desea. Todo esto sucede en el hombre sin que el hombre se dé cuenta de ello.”  

Este hombre cree en su independencia, pero en el fondo es como un objeto impulsado y dominado por sus pensamientos, emociones, estados de ánimo, hábitos, reacciones, miedos, creencias, conceptos, etc. En otras palabras, toda su personalidad, con la que se identifica, es una especie de patrón adquirido que le empuja a actuar maquinalmente.

En esta cuestión, Gurdjieff sostenía que el ser humano tiene dos caras bien distintas que se excluyen o limitan de manera recíproca. Por un lado, está la personalidad, que se va formando desde la infancia por la influencia de  factores externos como el ambiente, la educación recibida, y las circunstancias personales. Todo ello es adquirido y falso. Por otro lado está la esencia, el yo auténtico del ser humano. Lo que suele suceder es que con el tiempo la personalidad se va consolidando y va doblegando a la esencia hasta llevarla a su mínima expresión, y así el humano normal pierde la noción de su auténtico ser. Sin embargo se da la paradoja de que, mientras que muchas personas con una gran dosis de personalidad (que crece con el conocimiento y la cultura) son incapaces de ir más allá de su mente, las que tiene más esencia son incapaces de despertar porque les falta el conocimiento y la curiosidad de trabajar en sí mismas. Gurdjieff concluía que, dadas estas circunstancias, suelen ser las personas inquietas, tan sólo unas pocas, las que acaban despertando de su personalidad (o sea, deshaciéndose de ella) para ir al encuentro de su esencia.

Según Gurdjieff, la mente del hombre-máquina está agitada y no puede organizar su vida interior. De hecho, el hombre normal está constantemente expuesto al confuso marasmo de pensamientos, sentimientos, prejuicios y principios de su mente que le hace ver el mundo a través de esos filtros y no como es “en realidad”. Y aunque no quiera reconocerlo, es un esclavo que es incapaz de ver las cadenas de su esclavitud. Cree que él tiene el control y el autodominio, pero tal control es ficticio porque, en su afán por conquistar una independencia exterior, no se da cuenta de que primero ha de alcanzar la libertad interior.

El hombre-máquina no es consciente de nada de esto y sigue haciendo y viviendo su vida de forma mecánica. No tiene control sobre sí mismo y está expuesto a las constantes influencias del exterior que le arrastran de un lado a otro. Simplemente, mira hacia fuera y se deja llevar por lo superficial y aparente. Todo son estímulos ajenos y reacciones repetidas que le impiden un auténtico autocontrol de su ser. No tiene un yo definido o permanente, sino muchas facetas cambiantes y caóticas que son fruto de los factores exteriores, y así su vida se convierte en una serie de atracciones y repulsiones. En suma, todo el bagaje de una persona no es propiamente suyo, sino de los demás. En última instancia, se puede decir que el hombre normal no se conoce a sí mismo y además carece de unidad.

Para superar el estado de hombre-máquina, Gurdjieff aportaba como solución un proceso de autoobservación y un esfuerzo continuo de trabajo interior, cuyo objetivo último no era perfeccionar la máquina, sino destruirla por completo, con la voluntad de empezar a construir el auténtico yo desde cero. Para Gurdjieff, este proceso exigía una especie de desdoblamiento personal entre observador y observado. Así, el ser humano debe observarse a sí mismo con la máxima atención en todas sus manifestaciones y luego esforzarse en la superación de hábitos y comportamientos mecánicos. Esta tarea es ardua y penosa y puede llevar mucho tiempo, pero poco a poco el individuo va tomando conciencia de los mecanismos que impulsan su automatismo y va dejando atrás el concepto de “identificación”, que es uno de los mayores obstáculos para la transformación. Una vez realizado este trabajo interior, el hombre podrá acceder a un tercer estado de conciencia (los dos que conoce son el de vigilia y el de sueño): el de la autoconciencia, cuando el ser humano reconoce tanto a su máquina como a su propio yo.

Finalmente, remarcaba que “el hombre debe de ser el amo de sí mismo. Si el hombre no consigue ser el amo de sí mismo, no tiene nada y nunca podrá tener nada. 

El despertar solamente es posible para quienes lo buscan y lo desean, para quienes están dispuestos a luchar consigo mismos, y a trabajar sobre sí mismos durante mucho tiempo, y muy persistentemente, a fin de conseguir ese despertar.”

Fuente: extracto de articulo  Gurdjieff y el hombre-máquina por Xavier Bartlett
https://somniumdei.wordpress.com/2014/03/10/gurdjieff-y-el-hombre-maquina/