sábado, 31 de mayo de 2014

Enseñanza 57 – La renunciación es la verdadera felicidad - Shri Sadguru Siddharameshwar Maharaj

Shri Sadguru Siddharameshwar Maharaj

Enseñanza 57 – La renunciación es la verdadera felicidad

 De una enseñanza sobre el Eknathi Bhagwat del santo Eknath

extracto del libro  AMRUT LAYAVOLUMEN II
por Shri Sadguru Siddharameshwar Maharaj

Las derivas de los pensamientos se desvanecen en la felicidad del Sí mismo. Las numerosas derivas del pensamiento surgen en el placer estimulado por los objetos y el cumplimiento de los deseos. En este mundo, todos los placeres materiales se gozan solo por medio del pensamiento y sus derivas. La «felicidad del Sí mismo» se obtiene solo después de que las derivas del pensamiento son abandonadas y, por consiguiente, «cesadas» sin que se encuentre rastro de ellas. Esto mismo es el verdadero yoga.

La renunciación es la única fuente de felicidad verdadera. Considerando el mundo no verdadero, el que calma los pensamientos obtiene la «felicidad del Sí mismo» (laya, absorción). Si una persona emprende una cierta transacción de negocios, de ello se sigue que tiene que hacer frente a una serie de complicaciones y que ello requiere que adopte diversos esfuerzos sostenidos para cumplir su deseo. La «envoltura mundana externa» (la aparición de diversas circunstancias sobre el Sí mismo) solo atormenta y crea más estimulación para los pensamientos. Comprended que el cumplimiento de los deseos mundanos no puede proporcionar nunca tanta felicidad como su renunciación.

Una persona que va a ver un drama, tiene que gastar dinero para la entrada, y tiene que sentarse erguido, incluso incómodamente a veces, durante horas. También tiene que quedarse levantado hasta tarde, incluso bien pasada la medianoche, y por lo general, sufre mucho y goza poco. ¡Tanto por la felicidad objetiva! Por el contrario, la persona que no va a ver el drama se ahorra todo el problema. Se sienta hacia atrás, se relaja y goza de una tarde apacible y un buen sueño nocturno. Cuanto más renuncia uno a las «apariencias», más grande es la «felicidad del Sí mismo».

Solo el que encuentra esta «envoltura mundana externa» disgustante puede ser llamado el verdadero devoto del Maestro. Ninguna otra felicidad, o gozo, es tan grande como la «felicidad del Sí mismo». La «felicidad del Sí mismo» se conoce también como la «felicidad carente de deseos». Las pulgas en las ubres de una vaca no beben leche. En lugar de ello chupan sangre. Similarmente, aquellos que no son verdaderos devotos, no obtienen la «felicidad del Sí mismo». Ellos no conocen nada mejor, de modo que beben del mundo y no del Sí mismo. Sin embargo, uno no puede desarrollar nunca realmente una aversión hacia la «felicidad del Sí mismo», puesto que esta felicidad no se experimenta por los órganos sensoriales.

La felicidad, o el placer que se goza por medio de los órganos sensoriales, en el cumplimiento de los deseos, solo sirven para cansar y debilitar al cuerpo. Con el tiempo uno desarrolla una aversión hacia tales goces, debido a que se basan en el deseo. Aquellos que guardan amorosamente la compañía de los santos pueden experimentar deseos, sin embargo nunca serán perturbados por ellos. El santo Tukaram estaba inmerso en la vida mundana; sin embargo, en la compañía de los santos, se convirtió en un devoto y alcanzó el pináculo de la devoción. La devoción debe ser practicada de diversas maneras. Si uno mantiene la práctica de la devoción, es seguro que viene el desapego.

Una lámpara no se enciende para prender fuego a la casa, pero si la lámpara arde e incendia algo, entonces quema no solo la casa sino también el pueblo entero. Similarmente, cuando el fuego del conocimiento ilumina el propio corazón lleno de fe, incendia y quema todos los deseos, y entonces nace el desapego. Muchas gentes pueden escuchar enseñanzas, pero sin fe en los santos, eso no hace nada más que proporcionarles pericia en el debate. Ellos pueden devenir inflexibles como un árbol, o henchidos de engreimiento y orgullo como un toro, pero su fe en el Maestro no es firme. Si hay humildad, modestia y ecuanimidad en el comportamiento de uno, y si uno deposita una tremenda fe en el Maestro, entonces el residuo de los conceptos anteriores es lavado y uno deviene desapegado de los deseos.

El que está en la compañía de los santos verdaderos, en verdad habla como un santo. La devoción al Sí mismo, puede convertir a un sirviente en un Maestro. El alcance de la devoción es infinito. El poder de la devoción es tal que hace al devoto superior incluso a un rey. El que espera los resultados que es probable que la devoción traiga, no puede obtener nunca la felicidad de la devoción. El Señor Krishna dice en la Bhagavad Gita, «yo mismo soy incapaz de describir la importancia de la devoción a mí». Fue la devoción lo que permitió decir al santo Tukaram, un pequeño tendero, «los santos son antes incluso de Dios». La devoción puede llevar a cabo un inmenso cambio en el devoto. Tal es la grandeza de la devoción.

02/10/1933 — Enseñanza de la tarde

 Paz, Luz y Amor