Enseñanza 43 – La naturaleza de la mente
De una enseñanza sobre el Yogavasishtha
extracto del libro
AMRUT LAYAVOLUMEN II
por Shri
Sadguru Siddharameshwar Maharaj
El Señor Rama había dicho a su gurú,
el sabio Vasishtha, que la vida mundana había devenido excesivamente querida
para él. Aunque él no debía estar apegado a ella, su amor por la ilusión le
había llevado a aferrarse a ella. Si este amor empujaba sus pensamientos (chitta) hacia la aflicción como un imán,
¿cómo podía él superar indemne esta vida mundana? ¿Cuál puede ser el remedio
para destruir esta ilusión?
Es la mente misma lo que causa el engaño. La «mente» significa
«decir algo»; es la aparición o la constatación de un pensamiento. Cuando la
mente viene a ser, se origina la vida mundana; y cuando la mente es destruida,
se acaba la vida mundana. Cuando aparece la mente, se olvida la «Verdadera
Naturaleza» (Swarupa) de uno. La
destrucción de la mente quiere decir la recordación de la «Verdadera
Naturaleza» de uno. El individuo (jiva)
ha entrado en el ciclo de los 8,4 millones de nacimientos debido a que ha
olvidado su «Verdadera Naturaleza». Cuanto más disgusto desarrolla uno por la
mera existencia mundana, tanto más se acerca uno a su «Verdadera Naturaleza».
Lo mismo que los adultos tratan el orgullo de liderazgo de un niño como algo
sin importancia mientras los niños juegan, así también los jñanis tratan la vida mundana como insignificante, y se abstienen
de darle ninguna importancia. Si uno quiere liberarse de la red de la ilusión,
hay un número de remedios disponibles para deshacerse de esta vida mundana si
uno tiene un fuerte deseo de hacerlo.
La mente corre sin freno en compañía de los deseos. Aunque la
mente devenga estable, los deseos la excitan. ¿Cómo excita el deseo a la mente
estable? ¿Qué es el deseo después de todo? Se llama deseo a la memoria de todo
lo que ha sido hecho, oído, visto, o experimentado en el pasado, junto con un
deseo de experimentarlo de nuevo. La mente se define como la memoria de este
deseo. El soplo vital (prana), en
combinación con los deseos, da a la mente su característica siempre cambiante y
voluble. Los deseos deben ser abandonados, pues se debe a los deseos el que los
objetos parezcan queridos. Los deseos son cultivados por una influencia
anterior. El placer que uno encuentra en los deseos, es el goce derivado de los
objetos. Los deseos perpetúan el goce del mundo material. La presencia de
deseos explica nuestro amor por el mundo, y da vitalidad a la mente.
25/09/1933
Paz, Luz y Amor