domingo, 10 de diciembre de 2017

Conoced la verdad y ella os hará libres”. ~ Samael Aún Weor


Creo que los hermanos van comprendiendo la necesidad de desintegrar sus errores, desembotellar la Conciencia, hacerla libre. Nadie puede saber lo que es la verdadera libertad, en tanto la Conciencia esté metida entre la mazmorra inmunda del Yo psicológico. Nadie podrá saber qué cosa es la Felicidad, en tanto la Conciencia continúe enfrascada entre la mazmorra inmunda del Yo.
Nadie podría saber, realmente, qué es la VERDAD, en tanto no la experimente. Y nadie puede llegar a experimentar la Verdad, mientras la Conciencia esté metida entre el mí mismo, entre el Yo mismo, entre mi Persona, entre lo que Yo soy, entre lo que es cada uno de ustedes. La Verdad no es cuestión de teorías, ni de conceptos, ni de suposiciones, la Verdad hay que verla, tocarla, palparla, hay que experimentarla, como cuando uno mete el dedo en el fuego y se quema…
Una opinión, por muy respetable que sea, no es la Verdad; una idea sobre la Verdad no quiere decir que sea la Verdad; un concepto, por sabio que sea, sobre la Verdad, tampoco es la Verdad; la Verdad es lo desconocido de instante en instante, de momento en momento; la Verdad hay que experimentarla y solamente puede ser experimentada en ausencia del Yo. Es necesario volver polvo al Yo para que la Verdad quede en nosotros.
Jesús el Cristo dijo: “Conoced la verdad y ella os hará libres”. Es necesario que la Verdad sea conocida, y no puede conocerse sino se experimenta; y no se puede experimentar sino en ausencia del Yo. Necesitamos, pues, desintegrar al Yo, volverlo polvo, para que quede en nosotros la Verdad.
Entonces estaremos llenos de plenitud, habrá felicidad en nuestros corazones, dicha sin límites; veremos el mundo como es y no como aparentemente es; escucharemos las más sublimes sinfonías del Cosmos inefable; gozaremos de una Bienaventuranza sin límites; estaremos en estado de Beatitud perfecta; toda lágrima desaparecerá de nosotros, ya no habrá más dolor. En tanto continúe el Yo vivo tendremos que sufrir: Las raíces del dolor las cargamos dentro de nosotros mismos, no fuera; está en los distintos defectos que en nuestro interior cargamos.
El mundo es muy distinto… Ha llegado la hora de “morir” para ver el mundo como es. Así, mis queridos hermanos, les invito a la disolución del Yo, del mí mismo, del sí mismo. Sólo así podrán ustedes gozar de la Felicidad auténtica…