George Gurdjieff |
El hombre 'normal' no se conoce a sí mismo
"El despertar solamente es
posible para quienes lo buscan y lo desean, para quienes están
dispuestos a luchar consigo mismos, y a trabajar sobre sí mismos durante
mucho tiempo, y muy persistentemente, a fin de conseguir ese
despertar.”
Para Gurdjieff, el hombre normal, esto es, la enorme mayoría de la
humanidad, vive dormido en un estado maquinario, y lo peor de todo es
que se identifica completamente con tal máquina. Este hombre-máquina
no se conoce a sí mismo (aunque afirme con seguridad que es así) porque
es incapaz de reconocer que su supuesta identidad es en realidad una
falsedad, un artificio que le controla a él.
Sobre esto, Gurdjieff dijo
concretamente: “El hombre nace, vive, muere, construye casas,
escribe libros, no como él quiere hacerlo, sino como buenamente sucede.
Todo sucede. El hombre no ama, no odia, no desea. Todo esto sucede en el
hombre sin que el hombre se dé cuenta de ello.”
Este hombre
cree en su independencia, pero en el fondo es como un objeto impulsado y
dominado por sus pensamientos, emociones, estados de ánimo, hábitos,
reacciones, miedos, creencias, conceptos, etc. En otras palabras, toda
su personalidad, con la que se identifica, es una especie de patrón
adquirido que le empuja a actuar maquinalmente.
En esta cuestión, Gurdjieff sostenía que el ser humano tiene dos
caras bien distintas que se excluyen o limitan de manera recíproca. Por
un lado, está la personalidad, que se va formando desde la
infancia por la influencia de factores externos como el ambiente, la
educación recibida, y las circunstancias personales. Todo ello es
adquirido y falso. Por otro lado está la esencia, el yo auténtico
del ser humano. Lo que suele suceder es que con el tiempo la
personalidad se va consolidando y va doblegando a la esencia hasta
llevarla a su mínima expresión, y así el humano normal pierde la noción
de su auténtico ser. Sin embargo se da la paradoja de que, mientras que
muchas personas con una gran dosis de personalidad (que crece con el
conocimiento y la cultura) son incapaces de ir más allá de su mente, las
que tiene más esencia son incapaces de despertar porque les falta el
conocimiento y la curiosidad de trabajar en sí mismas. Gurdjieff
concluía que, dadas estas circunstancias, suelen ser las personas
inquietas, tan sólo unas pocas, las que acaban despertando de su
personalidad (o sea, deshaciéndose de ella) para ir al encuentro de su
esencia.
Según Gurdjieff, la mente del hombre-máquina está agitada y no puede organizar su vida interior. De hecho, el
hombre normal está constantemente expuesto al confuso marasmo de
pensamientos, sentimientos, prejuicios y principios de su mente que le
hace ver el mundo a través de esos filtros y no como es “en
realidad”. Y aunque no quiera reconocerlo, es un esclavo que es incapaz
de ver las cadenas de su esclavitud. Cree que él tiene el control y el
autodominio, pero tal control es ficticio porque, en su afán por
conquistar una independencia exterior, no se da cuenta de que primero ha
de alcanzar la libertad interior.
El hombre-máquina no es consciente de nada de esto y sigue haciendo
y viviendo su vida de forma mecánica. No tiene control sobre sí mismo y
está expuesto a las constantes influencias del exterior que le
arrastran de un lado a otro. Simplemente, mira hacia fuera y se deja
llevar por lo superficial y aparente. Todo son estímulos ajenos y
reacciones repetidas que le impiden un auténtico autocontrol de su ser.
No tiene un yo definido o permanente, sino muchas facetas cambiantes y
caóticas que son fruto de los factores exteriores, y así su vida se
convierte en una serie de atracciones y repulsiones. En suma, todo el
bagaje de una persona no es propiamente suyo, sino de los demás. En última instancia, se puede decir que el hombre normal no se conoce a sí mismo y además carece de unidad.
Para superar el estado de hombre-máquina, Gurdjieff aportaba como
solución un proceso de autoobservación y un esfuerzo continuo de trabajo
interior, cuyo objetivo último no era perfeccionar la máquina, sino
destruirla por completo, con la voluntad de empezar a construir el
auténtico yo desde cero. Para Gurdjieff, este proceso exigía una especie
de desdoblamiento personal entre observador y observado. Así, el
ser humano debe observarse a sí mismo con la máxima atención en todas
sus manifestaciones y luego esforzarse en la superación de hábitos y
comportamientos mecánicos. Esta tarea es ardua y penosa y puede
llevar mucho tiempo, pero poco a poco el individuo va tomando conciencia
de los mecanismos que impulsan su automatismo y va dejando atrás el
concepto de “identificación”, que es uno de los mayores obstáculos para
la transformación. Una vez realizado este trabajo interior, el hombre
podrá acceder a un tercer estado de conciencia (los dos que conoce son
el de vigilia y el de sueño): el de la autoconciencia, cuando el ser
humano reconoce tanto a su máquina como a su propio yo.
Finalmente, remarcaba que “el hombre debe de
ser el amo de sí mismo. Si el hombre no consigue ser el amo de sí
mismo, no tiene nada y nunca podrá tener nada.
El despertar solamente es
posible para quienes lo buscan y lo desean, para quienes están
dispuestos a luchar consigo mismos, y a trabajar sobre sí mismos durante
mucho tiempo, y muy persistentemente, a fin de conseguir ese
despertar.”
Fuente: extracto de articulo Gurdjieff y el hombre-máquina por Xavier Bartlett
https://somniumdei.wordpress.com/2014/03/10/gurdjieff-y-el-hombre-maquina/